07 marzo 2012

De periodista a político, de político a héroe

“Alonso estamos contigo” fue la consigna que muchos habitantes de la ciudad de Medellín pronunciaban dando su respaldo  y agradecimiento al ex alcalde, Alonso Salazar, el miércoles de la semana pasada cuando la Procuraduría General de la Nación lo inhabilitó por 12 años, por indebida participación en política durante la última contienda electoral. 
 
Un caldense descomplicado, generoso, franco, apasionado, periodista de profesión, escritor por pasión y político por convicción, es Alonso. Un hombre que ha creído en la transformación de la sociedad a través de las oportunidades y la inversión social, que considera que la violencia es la mayor causante de la inequidad, porque ésta a su vez genera desesperanza, desempleo  y vulneración de los derechos humanos.

En los ocho años que estuvo en el gobierno Municipal, primero como secretario de gobierno de la administración de Sergio Fajardo y luego como alcalde en el período 2008-2011, demostró que su principal preocupación era la manera de   derrotar la violencia,  no solo en lo militar sino también en lo social,  dejando a un lado la idea que las armas son el único camino para combatirla.

En su Administración consolidó un modelo de transformación con los programas de inversión social, logrando así, una inversión del 83 por ciento de su presupuesto para este tema.  

Denuncias que revolucionaron la ciudad, como las hechas a las alianzas mafiosas y las estructuras delincuenciales, lograron que en su primer año de gobierno, se desmontarán varios de los mandos de estas organizaciones. 

Salazar libró una lucha frontal contra la “delincuencia-política”. Gracias a las pruebas entregadas por él a la fiscalía, se decidió no abrir investigación en su contra, además en el mismo documento informó que quien si había recibido apoyo de los delincuentes era ex candidato a la Alcaldía, Luis Pérez Gutiérrez.  Batalla que siguió dando como todo un héroe a pesar de las mentiras y las consecuencias que esto pudiera traerle.  

A pesar de todo esto, continúo demostrando con hechos que la mejor forma de combatir la violencia y las desigualdades sociales, era a través de la inversión social y la apuesta por una educación con calidad, logrando gobernar con altura y dedicación.

En su tercer año de gobierno, Salazar inició una cruzada barrio a barrio, comuna a comuna escuchando la ciudadanía y enfrentado a los delincuentes. Lugares en los que fue asentando estaciones de policía, unidades de reacción inmediata, que permitieron la desarticulación de diez estructuras criminales y más de 600 delincuentes de los territorios, además pacificar, por obra del Estado, zonas que estaban en manos de los delincuentes.

En su último año de gobierno y gracias a  la dinámica que estableció, los índices de homicidio bajaron, como muestra de la desarticulación de la delincuencia organizada. Se implementó así un nuevo modelo de seguridad que dio réditos y seguirá dando.

En las pasadas elecciones la ciudad tendría que elegir entre un gobierno aliado con los delincuentes y un gobierno aliado a la institucionalidad con antecedentes históricos de eficacia y pragmatismo. Alonso Salazar en un acto heroico de responsabilidad social y política, atacó y denunció como era su deber, a la alianza mafiosa que pretendía volver al poder para administrar de la mano de los delincuentes.

La semana pasada, recibimos con sorpresa y profunda tristeza el fallo de la procuraduría, noticia que enmudeció a quienes reconocemos en este hombre, un valiente defensor de la verdad, que encarna el sentido de pertenencia con vigorosidad.  

Mientras  tanto, otro sector de la sociedad, los malhechores,  hacían fiestas en sus cárceles y barrios; y los políticos que se habían aliado con estos, celebraban este triunfo de la desfachatez en honor al señor oscuro o por otro lado, llamado “abominable hombre de los votos”. 

La sociedad cada vez mas desfigura su percepción de justicia,  pero  Alonso  confirma su concepto de felicidad, porque  una vez más demuestra que el principio de hacer política es compromiso ético y ciudadano,  logrando hacer de Medellín una ciudad imparable, a pesar del acontecer personal y de la incomprensión de un sistema judicial permeado por la histórica alianza entre la delincuencia y un sector de la institucionalidad.

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